El olor era inconfundible
A medida que las llamas se intensificaban, Jean colocaba cuidadosamente en la parrilla un surtido de costillas de cerdo, filetes de cerdo, pechugas de pavo y pollos, cada pieza chisporroteaba al contacto. El aroma que desprendía era embriagador: una fusión de riqueza ahumada que prometía un festín inolvidable. Jean esperaba el momento en que sus vecinos, atraídos por el tentador aroma, salieran curiosos de sus casas. Bajo el velo de la noche, había colocado invitaciones estratégicamente por todo el vecindario, invitando a todo el mundo a reunirse en su patio. Ahora, con el escenario preparado y los tentadores olores flotando en el aire, Jean estaba lista, preparada para que la comunidad se reuniera.